La Iglesia anterior| La capitulación del nuevo templo | Las obras | El templo actual
La iglesia parroquial de San Juan Bautista de El Poyo del Cid es obra de la primera mitad del siglo XVIII. Como en otras muchas localidades aragonesas, durante los siglos XVII y XVIII se procedió a edificar un nuevo templo que sustituyera al anterior que se había manifestado de dimensiones reducidas y que necesita constantes reparaciones. Estas circunstancias, que se aprecian en la mayoría de las poblaciones, junto al espíritu de la Contrarreforma y la bonanza económica que se manifiesta desde finales del siglo XVII, explican la proliferación de obras en templos parroquiales o en ermitas a lo largo de nuestra geografía.
En el caso de la iglesia de El Poyo del Cid, disponemos de varias noticias sobre estas circunstancias. En efecto, la documentación nos habla de la insuficiencia del edificio bastantes años antes de que se tomara la decisión, por parte del “Concejo General y Unibersidad”, de levantar un templo de nueva planta. También se conservan datos sobre las reformas que eran necesarias en la iglesia anterior. He aquí algunos ejemplos de esta situación, sacados de entre los que se conservan:
El 28 de mayo de 1609 el visitador D.
Juan Sanz de Armora ordena que “ la ventana que está en el coro la hagan mucho
mayor de lo que es y metan en ella una bidriera (...); hagan lucir las paredes
que están a los lados del bautisterio que están muy destruydas y cubrir todos
los agujeros del suelo de la Yglesia; hagan una capilla grande y buena al lado
de la epístola por quanto es la Yglesia muy pequeña que apenas puede caber la
gente del lugar”[1].
Pocos años después, en la visita
pastoral que D. Juan de Sentis realiza el 5 de Noviembre de 1614, se ordena
suspender unas obras de ampliación del templo con estas palabras: “Item atento
que havemos visto la capitulación echa entre los jurados del Poyo y Miguel
Fornés de Cutanda, obrero, sobre la fábrica de dos capillas en dicha iglesia, y
del cumplimiento de dicha concordia resulta evidente peligro y ruina a la dicha
iglesia, por tanto mandamos (...) que no se execute dicha concordia sin
licencia del Arzobispo mi señor y, entre tanto, liberamos y absolvemos a las
partes del juramento que en dicha concordia an interpuesto”[2].
Avanzando en el tiempo, en la visita
que realiza el 7 de Agosto de 1642 D. Domingo Luys Gil de Duranco, manda a los
jurados de la localidad “ que cubran el pedazo de portegado que está
descubierto”[3]. Se trataba
de reparar el porche o cubierto que solían tener las iglesias a la entrada o en
la puerta que comunicaba con el cementerio y bajo el cual solía haber
enterramientos. Este elemento será menos habitual en los nuevos templos que se
edificarán en la época barroca.
También la torre será objeto de
atención por parte de los visitadores. En 1653 D. Francisco Ainsa, en la visita
que realiza el día 26 de Enero, ordena a los jurados que “dentro de un mes
hagan adrezar la torrecilla de la Yglesia donde se esconjuran los nublados o la
hagan deribar por quanto está muy peligrosa”[4].
LA
CAPITULACIÓN DEL NUEVO TEMPLO.
La necesidad de un nuevo templo debió
de parecer evidente a la población y a sus dirigentes, y al poco de concluir
la guerra de Sucesión, se embarcaron en la tarea de levantar uno nuevo. Así
el 28 de febrero de 1719, se firmó una capitulación con Pedro Petisme, maestro
de obras domiciliado en la ciudad de Daroca”[5]
(Doc. 1).
Iglesia parroquial de San Juan Bautista,
s. XVIII
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En este contrato, siguiendo un
procedimiento habitual en este tipo de obras, se describe, de una manera
prolija y un tanto desordenada y confusa, los compromisos de ambas partes: el
pueblo del Poyo y Pedro Petisme. Se citan con precisión las dimensiones del
edificio y los materiales a utilizar (fundamentalmente la piedra, la madera y
el yeso). Se especifica con detalle la decoración que han de llevar las paredes
(molduras de distinto tipo, rafes, cornisas, relieves tallados, capiteles...).
Especial interés se pone en describir los detalles de la “media naranja” o
cúpula del crucero, con su correspondiente linterna y la cruz que la culmina.
Se concreta la forma de la sencilla portada del templo, de inspiración dórica
según el documento, y el aspecto de la torre situada a los pies. Se cita la
forma de la bóveda central “ de media arista de dos alfas” y las de las
capillas que hacen de naves laterales y que serán “ de arista entera y de dos
alfas”. Se detalla asimismo la forma de los pilares y de los distintos tipos de
arco. De acuerdo con las necesidades de la liturgia de la época, las naves
laterales o “claustro” deben permitir el paso de las procesiones y por eso se
detalla la amplitud del arco. También se presta atención al coro que se situará
a los pies del templo y en alto.
Retablo gótico de San Juan
Bautista
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Un aspecto en el que se insiste es en
el blanqueo de los techos y paredes. A diferencia de las iglesias del siglo
XVI, donde con frecuencia el interior de los templos suele mostrar la piedra de
cantería de la que están construídas, en los siglos XVII y XVIII se hace
hincapié en presentar las paredes interiores enlucidas y blanqueadas. En esta
época los muros se suelen hacer en nuestra comarca de mampostería, reservando
la piedra de cantería para las esquinas, como aparece reflejado en la
capitulación de la Parroquia de El Poyo. Incluso cuando se trata de obras de
ampliación de edificios anteriores es habitual el cubrir las paredes con yeso
de acuerdo con los nuevos gustos, unificando la visión del interior de los
templos. Tal es el caso de la iglesia de Calamocha.
Naturalmente en la concordia se tratan
otros asuntos más técnicos referidos a los tejados, refuerzos en los muros,
suelos, ventanas, herramientas, trabajos previos...
En la parte final se establece la
remuneración que debe entregarse a Pedro Petisme por su trabajo. Además de casa
y leña mientras dure la obra, se le deben dar ochocientas libras jaquesas,
pagaderas en seis años. Como suele ser habitual en la época, dichos pagos se
realizan fundamentalmente en especie: trigo, morcacho o puro, avena, cebada,
judías... Se fijan los precios y se establecen ciertas medidas de seguridad
para el caso de que hubiere oscilación de los mismos.
El plazo para construir la iglesia
parroquial de El Poyo se establece en cuatro años, hasta “el día de San Miguel
de septiembre del año mil setecientos y veinte y tres”.
Finalmente se comprometen las partes a
cumplir lo pactado, de acuerdo con la normativa vigente y firman junto a los
testigos y el notario.
Cuando se emprendía una obra de estas
características la habitual es que funcionase una comunidad de personas, los
“fabriqueros”, encargadas de dirigir las obras y de recaudar los fondos
necesarios para su culminación. Para la iglesia de El Poyo no nos consta
documentalmente su existencia pero es lógico suponer que se crearía.
Habitualmente estaba formada por los gobernantes municipales, algún
representante del clero parroquial y otras personas principales de la
localidad. A los fondos que el municipio destinase para las obras había que
añadir el trabajo voluntario de los fieles y las limosnas que se recaudasen.
Esta comisión sería la encargada de darle utilidad a los legados testamentarios
como los que se conservan en la documentación parroquial. Efectivamente, el
16-VIII de ese año 1719 al morir Tomas Malo deja “a la fábrica de esta iglesia
un caíz de trigo”[6].
Lo mismo ocurre tres años después al
morir María Recio el 15-I-1722 y dejar “un caíz de trigo de limosna a la
fábrica de esta iglesia”[7].
O con Magdalena Sánchez, quien al morir el 29 de junio del año siguiente, deja
“un robo de trigo de limosna”[8]
para la misma finalidad.
Un año después de firmarse la
capitulación, exactamente el 29 de febrero de 1720, Jerónimo Fortea, de
Calamocha, sale fiador de Pedro Petisme y otros tres albañiles que colaboran
con él en la obra: Diego Grajales, Domingo Martín y José Ocaso, todos ellos de
Daroca. (Doc. 2)Se trata de un trámite habitual en previsión de cualquier
contingencia no imprecista y que con frecuencia se incluía en las
capitulaciones.
Por esas fechas ya habían comenzado las
obras. De acuerdo con la capitulación deberían durar sólo cuatro años. Sin
embargo no ocurrió según lo previsto allí. Son varias las noticias y
testimonios que tenemos de desarrollo de las obras hasta su culminación y que
no hacen sino corroborar el retraso producido. El 29 de abril de 1726 murió en
las obras Domingo Abad quien. “caió un andamio en la iglesia y le quitó la vida
(...) era de edad de veinte años poco más o menos, de oficio albañil, natural
de Torralba de los Sisones”[9].
Esta triste circunstancia se vio repetida una semana después con Domingo de
Alba, a quien le “cayó un andamio en la iglesia” y falleció según anota el
vicario en el libro de difuntos[10].
Las obras continuaron en el templo
hasta que a comienzos de 1735 se inauguró la nueva parroquia según lo relata un
sacerdote del lugar, Mosén Agustín Martínez y Malo, en el folio 306 de este
mismo libro. Estas son sus palabras: “Para memoria: se traslación del Señor ha
la Iglesia nueva el día diez y seis de Enero del año mil setecientos treinta y
cinco, que se reçava de el Santísimo nombre de Jesús. Predicó el reverendo
padre maestro Esteban, hijo de este lugar. La Iglesia nueva se favricó en el
cimenterio y lo que ahora es cimenterio era iglesia antigua. Y para que conste
lo firmo de mi mano en dos de Julio de mil setecientos treinta y cinco”.
Previamente a la fecha de esta anotación, el día 9 de Junio, faclleció el
vicario Juan Francisco Latorre quien ya pudo ser “enterrado en el presviterio
de la iglesia nueva”[11].
Ese mismo año Pedro Petisme y el
Concejo vuelven a firmar otro documento por el cual el maestro de obras se
compromete a levantar la torre y una sacristía (Doc.3). Por este documento
sabemos que durante estos 16 años había dirigido las obras hasta su conclusión.
No se establece plazo alguno de finalización. Sin embargo se terminarían en
poco tiempo. En ese mismo documento se decide dar una cantidad de 200 libras
jaquesas de compensación a Petisme “por lo mucho que ha beneficiado al común de
dicho lugar”. Dado que las obras habían durado cuatro veces más de lo previsto,
es de suponer que las dificultades para financiar la construcción de la Parroquia
fueron considerables. Tal vez la cantidad que se le promete al maestro de obras
se tratase de una compensación por dicho retraso.
A partir de 1735, comenzaba la tarea de
amueblar el interior del templo con altares, retablos, muebles de la sacristía,
cancel de la entrada, etc. Las noticias de la segunda mitad del siglo XVIII
únicamente hacen referencia a las reparaciones habituales en este tipo de
edificios y no a la fase constructiva.
De acuerdo con el Inventario artístico
de nuestra provincia, lo que hoy contemplamos es un templo de “tres naves,
cubierta la central con bóveda de medio cañón con lunetos, las laterales con
bóveda de arista, el crucero y capilla mayor con cúpula, más los brazos del
crucero con cúpula elíptica y linterna. Lo más curioso son los pilares
octogonales de capitel compuesto. Coro alto. Torre a los pies, en el lado de la
epístola, con dos cuerpos de mampostería”[12].
Altar Principal de San juan Bautista,
de estilo rococó, s. XVIII.
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Efectivamente se trata de una iglesia
de tres naves, cuatro tramos, crucero y presbiterio de cierta profundidad, más
acusada ésta por el exterior. Además de las columnas octogonales, bastante
esbeltas, destaca la abundancia de decoración en ellas y en las bóvedas.
Los capiteles de las columnas exentas,
así como sus correspondientes semicolumnas que se hallan adosadas a los muros a
modo de pilastras, presentan dos tipos decorativos alternantes. La decoración
en estuco, de tipo barroco, abunda en motivos de hojarasca, roleos, cardos,
conchas, cabezas de ángeles con alas.... y se halla distribuida por las
bóvedas, pechinas, capiteles y cúpulas. En la bóveda central los motivos
decorativos son distintos en cada uno de los tramos, apareciendo algunos
similares a escudos heráldicos. En la pechinas aparecen los cuatro evangelistas
rodeados de abundante decoración rococó, todo ello en estuco. Las ventanas se
hallan enmarcadas por una moldura que se curva y que da la vuelta al templo,
como ocurre con el dinámico entablamento. El interior de la cúpula central está
dividido por ocho bandas llenas de diferentes motivos vegetales. Actualmente
toda la abundante decoración es monocroma.
En las capillas laterales, de escasa
profundidad, se hallan seis retablos, la mayoría de ellos de tipo barroco. En
las dos capillas del “crucero”, bajo las cúpulas de tipo elíptico hay otros dos
altares con su correspondiente retablo. La pared del fondo del presbiterio se
halla ocupada por el gran retablo mayor, uno de los más interesantes de la
comarca, dotado de planta ochavada.
Frente a él, a la entrada, dos
columnitas octogonales sostienen el coro que ocupa el primero de los cuatro
tramos de la nave central y bajo el cual encontramos el cancel.
El profesor D. Santiago Sebastián
estudió en varias de sus obras las distintas tipologías espaciales de los
templos barrocos turolenses. En su última obra sobre el arte de nuestra
provincia[13], habla del
modelo de Vignola con iglesias de una o tres naves con cúpula en el crucero. A
este grupo, de gran éxito entre nosotros, pertenece la parroquia de El Poyo.
Por la abundancia de su decoración se puede incluir entre los templos que
todavía no reciben la influencia del Pilar, cuya mayor sobriedad decorativa se
notará más a partir de la segunda mitad de la centuria en nuestra comarca.
[1] Archivo
Diocesano de Teruel (A.D.T.), El Poyo, Sección I, Documento i, f.17.
[2] A.D.T.,
El Poyo, Sección I, Doc. 1, f.30.
[3] A.D.T.,
El Poyo, Sección I, Doc. 1, f. 158.
[4] A.D.T.,
El Poyo, Sección I, Doc. 2, f. 87v.
[5] Pedro
Petisme aparece citado en la capitulación que se firmará el 30-IV-1737 entre el
Concejo de Calamocha y Mateo Colás para la ampliación de la parroquia de esa
localidad, (vid. J.M. Carreras Asensio, (1998):”La ampliación de la Iglesia de
Calamocha en el siglo XVIII: noticias de los archivos locales”, Xiloca, 21,
pp.43-66).
[6] A.D.T., El Poyo, Sección I,
Doc. 3, f. 163 v.
[7] A.D.T., El Poyo, Sección I, Doc. 3, f. 169 v.
[8] A.D.T., El Poyo, Sección I, Doc. 3, f. 171.
[9] A.D.T., El Poyo, Sección I, Doc. 3, f. 171.
[10] A.D.T.,
El Poyo, Sección I, Doc. 3, f. 177 v.
[11] A.D.T., El Poyo, Sección I,
Doc. 3, f. 197.
[12] S.SEBASTIÁN LÓPEZ (1974):
Inventario artístico de Teruel y su provincia, Madrid, Ministerio de Educación
y Ciencia, p.355.
[13] S.
SEBASTIÁN LÓPEZ (1996): Visión parorámica del arte turolense, Teruel, I.E.T.,
Cartillas Turolenses nº 18, pp. 51-52.